¿Cómo se administra la epidural?
La punción se realiza entre dos vértebras lumbares, normalmente entre
la segunda y la tercera o entre la tercera y la cuarta. Se limpia bien
la zona, se aplica un anestésico local y se introduce una aguja que
luego se retira, con un catéter que se queda, por el que circulará la
anestesia durante el parto. La dosis justa es la que quita los dolores a
la madre, pero le permite sentir las contracciones y colaborar en el
parto. Este equilibrio, sin embargo, no es tan fácil de conseguir.
¿Cuándo se pone?
Lo habitual y más recomendable es poner la epidural cuando el parto
está ya instaurado, es decir, cuando las contracciones son regulares,
dolorosas y la dilatación alcanza los tres o cuatro centímetros. Se hace
así para evitar que afecte a la dinámica de parto, lo ralentice o
incluso lo detenga.
El ginecólogo hace la propuesta, pero el que finalmente decide es el
anestesista. Es él quien valora cómo va el proceso de parto y si la
mujer es apta y está preparada.
El límite para administrarla suelen ser los ocho centímetros de
dilatación, ya que la técnica requiere unos preparativos y la anestesia
necesita entre 10 y 20 minutos para hacer efecto.
Ventajas
La madre asista al parto totalmente despierta, sin el adormecimiento que producen otras anestesias, y sin ningún dolor.
La mujer puede recibir a su hijo más o menos descansada y sin el
desgaste psicológico de la persona que lleva horas padeciendo dolor. A
otras mujeres, sin embargo, sentir todo el proceso del parto les ayuda a
tomar contacto y establecer un vínculo con el bebé, lo que les compensa
de todo lo anterior.
Al no sentir dolor se eliminan gran parte de la ansiedad y el miedo de muchas parturientas. Esto se traduce en una relajación que mejora la circulación sanguínea y el suministro de oxígeno al bebé.
Al no sentir dolor se eliminan gran parte de la ansiedad y el miedo de muchas parturientas. Esto se traduce en una relajación que mejora la circulación sanguínea y el suministro de oxígeno al bebé.
Inconvenientes
Puede darse una bajada rápida de tensión, lo que afectaría al feto,
ya que dejaría de llegar sangre a la placenta. Para evitar esta bajada
de tensión, se mantiene a la madre hidratada todo el tiempo con suero.
Puede alargarse el periodo de dilatación, pero como la mujer no sufre
dolor, no le preocupa tanto como a la que pasa el parto sin anestesia.
En algunos pocos casos puede acelerar la dilatación porque la mujer
consigue relajarse.
La madre suele perder capacidad de pujo, por lo que aumenta la
posibilidad de parto instrumental (fórceps, ventosa) e incluso de
cesárea. No obstante, la cantidad de anestesia se puede regular durante
el parto, y se puede reducir la cantidad al final: se percibirá algo de
dolor, pero nos dará más capacidad para sentir las contracciones.
Efectos secundarios
La anestesia epidural es fácil de aplicar y apenas presenta peligro
para la madre y el hijo. Además, al contrario que otros anestésicos, no
llega al feto. Pero, como toda técnica, conlleva sus riesgos.
Fuertes dolores de cabeza. Se producen porque la aguja pasa del
espacio epidural al intradural, y se pierde un poco de líquido
cefalorraquídeo. Suelen comenzar horas después del parto, y pueden durar
hasta una semana. En estos casos, es recomendable beber mucha agua y
permanecer tumbada todo el tiempo posible, mientras duren los dolores de
cabeza.
Se pueden producir picores e infecciones en la zona de la punción. Es
muy difícil que se produzca una infección, ya que antes de introducir
la aguja se desinfecta cuidadosamente la zona.
Dolores en la zona del pinchazo, debido a que la aguja atraviesa
varias capas de músculo. Dolores de espalda y, a veces de piernas.
Si la persona tiene problemas de coagulación, el pinchazo puede
producir un hematoma que comprima la médula, aunque se trata de una
complicación que se da excepcionalmente. Este problema se puede detectar
en los análisis de rutina que se realizan a lo largo del embarazo.
Contraindicaciones Absolutas
Cuando poner la epidural entrañaría un gran riesgo para la madre.
Cuando hay problemas de coagulación, por el riesgo de que se produzca
un hematoma en la zona que pueda comprimir la médula espinal. El
déficit de plaquetas dificulta la coagulación.
Cuando hay una infección general o local en la zona de la punción,
porque se podría «arrastrar» dicha infección con la aguja al interior
del espacio intradural, lo que puede provocar una meningitis.
Cuando exista alguna alteración cerebral que contraindique la técnica (como algunos tumores).
Cuando exista una insuficiencia cardiaca y el especialista considere la anestesia un riesgo.
Cuando exista una insuficiencia cardiaca y el especialista considere la anestesia un riesgo.
Contraindicaciones Relativas
Dependen de la persona concreta y, en ocasiones, de la decisión y experiencia del anestesista.
Hay que tener especial cuidado con las columnas difíciles (escoliosis
muy fuertes, deformación de huesos), aunque es el especialista el que
valora si se puede o no poner la anestesia epidural.
Las hernias lumbares son una contraindicación relativa. En principio
no tendría que haber problema, ya que hay varios espacios
intervertebrales entre los que elegir. No obstante, los profesionales no
siempre se atreven a poner la epidural a mujeres con este problema, ya
que si la mujer sufre más tarde una agravación de la hernia puede
achacárselo a la epidural, cuando es muy posible que no tenga nada que
ver (ha podido ser el esfuerzo del parto, un expulsivo difícil, etc.).
Los tatuajes en la zona baja de la espalda presentan el mismo riesgo
que las infecciones: se puede arrastrar parte de la tinta del tatuaje
hasta la médula, lo que produciría una meningitis química. No obstante,
se soluciona si hay un espacio sin tinta para introducir la aguja.
La obesidad dificulta la técnica, pero no impide poner la epidural.
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